La era del sida empezó oficialmente el 5 de junio de 1981, cuando los CDC (Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) de Estados Unidos convocaron una conferencia de prensa donde describieron cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii en Los Ángeles.4 Al mes siguiente se constataron varios casos de sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer de piel. Las primeras constataciones de estos casos fueron realizadas por el Dr. Michael Gottlieb de San Francisco.
Pese a que los médicos conocían tanto la neumonía por Pneumocystis carinii como el sarcoma de Kaposi, la aparición conjunta de ambos en varios pacientes les llamó la atención. La mayoría de estos pacientes eran hombres homosexuales
sexualmente activos, muchos de los cuales también sufrían de otras
enfermedades crónicas que más tarde se identificaron como infecciones
oportunistas. Las pruebas sanguíneas que se les hicieron a estos
pacientes mostraron que carecían del número adecuado de un tipo de
células sanguíneas llamadas T CD4+. La mayoría de estos pacientes
murieron en pocos meses.
Por la aparición de unas manchas de color rosáceo en el cuerpo del
infectado, la prensa comenzó a llamar al sida, la «peste rosa», causando
una confusión, atribuyéndola a los homosexuales, aunque pronto se hizo
notar que también la padecían los inmigrantes haitianos en Estados Unidos, los usuarios de drogas inyectables y los receptores de transfusiones sanguíneas, lo que llevó a hablar de un club de las cuatro haches que incluía a todos estos grupos considerados de riesgo para adquirir la enfermedad. En 1982, la nueva enfermedad fue bautizada oficialmente con el nombre de Acquired Immune Deficiency Syndrome (AIDS), nombre que sustituyó a otros propuestos como Gay-related immune deficiency (GRID).
Hasta 1984
se sostuvieron distintas teorías sobre la posible causa del sida. La
teoría con más apoyo planteaba que el sida era una enfermedad
básicamente, epidemiológica. En 1983 un grupo de nueve hombres homosexuales con sida de Los Ángeles, que habían tenido parejas sexuales en común, incluyendo a otro hombre en Nueva York
que mantuvo relaciones sexuales con tres de ellos, sirvieron como base
para establecer un patrón de contagio típico de las enfermedades
infecciosas.
Otras teorías sugieren que el sida surgió a causa del excesivo uso de
drogas y de la alta actividad sexual con diferentes parejas. También se
planteó que la inoculación de semen en el recto durante la práctica de sexo anal, combinado con el uso de inhalantes con nitrito llamados poppers,
producía supresión del sistema inmune. Pocos especialistas tomaron en
serio estas teorías, aunque algunas personas todavía las promueven y niegan que el sida sea producto de la infección del VIH.
La teoría más reconocida actualmente, sostiene que el VIH proviene de
un virus llamado «virus de inmunodeficiencia en simios» (SIV, en
inglés), el cual es idéntico al VIH y causa síntomas similares al sida
en otros primates.
En 1984, dos científicos franceses, Françoise Barré-Sinoussi y Luc Montagnier del Instituto Pasteur, aislaron el virus de sida y lo purificaron. El dr. Robert Gallo,
estadounidense, pidió muestras al laboratorio francés, y adelantándose a
los franceses lanzó la noticia de que había descubierto el virus y que
había realizado la primera prueba de detección y los primeros
anticuerpos para combatir a la enfermedad. Después de diversas
controversias legales, se decidió compartir patentes, pero el
descubrimiento se le atribuyó a los dos investigadores originales que
aislaron el virus, y solo a ellos dos se les concedió el Premio Nobel
conjunto, junto a otro investigador en el 2008, reconociéndolos como
auténticos descubridores del virus, aceptándose que Robert Gallo se
aprovechó del material de otros investigadores para realizar todas sus
observaciones. En 1986 el virus fue denominado VIH (virus de inmunodeficiencia humana). El descubrimiento del virus permitió el desarrollo de un anticuerpo,
el cual se comenzó a utilizar para identificar dentro de los grupos de
riesgo a los infectados. También permitió empezar investigaciones sobre
posibles tratamientos y una vacuna.
En esos tiempos las víctimas del sida eran aisladas por la comunidad,
los amigos e incluso la familia. Los niños que tenían sida no eran
aceptados por las escuelas debido a las protestas de los padres de otros
niños; éste fue el caso del joven estadounidense Ryan White.
La gente temía acercarse a los infectados ya que pensaban que el VIH
podía contagiarse por un contacto casual como dar la mano, abrazar,
besar o compartir utensilios con un infectado.
En un principio la comunidad homosexual fue culpada de la aparición y posterior expansión del sida en Occidente. Incluso algunos grupos religiosos llegaron a decir que el sida era un castigo de Dios a los homosexuales (esta creencia aún es popular entre ciertas minorías de creyentes cristianos y musulmanes).
Otros señalan que el estilo de vida «depravado» de los homosexuales era
responsable de la enfermedad. Aunque en un principio el sida se
expandió más de prisa a través de las comunidades homosexuales, y que la
mayoría de los que padecían la enfermedad en Occidente eran
homosexuales, esto se debía, en parte, a que en esos tiempos no era
común el uso del condón
entre homosexuales, por considerarse que éste era sólo un método
anticonceptivo. Por otro lado, la difusión del mismo en África fue
principalmente por vía heterosexual.5 6
El sida pudo expandirse rápidamente al concentrarse la atención sólo
en los homosexuales, esto contribuyó a que la enfermedad se extendiera
sin control entre heterosexuales, particularmente en África, el Caribe y luego en Asia.
Gracias a la disponibilidad de tratamiento antirretrovirales, las
personas con VIH pueden llevar una vida normal, la correspondiente a una
enfermedad crónica, sin las infecciones oportunistas características
del sida no tratado. Los antirretrovirales están disponibles mayormente
en los países desarrollados. Su disponibilidad en los países en desarrollo
está creciendo, sobre todo en América Latina; pero en África, Asia y
Europa Oriental muchas personas todavía no tienen acceso a esos
medicamentos, por lo cual desarrollan las infecciones oportunistas y
mueren algunos años después de la seroconversión.
Desde 1981 se detectaron casos sorprendentes de infección por Pneumocystis jiroveci (entonces designado Pneumocystis carinii), un hongo emparentado con las formas originales de los Ascomycetes,
conocido por infectar a pacientes severamente inmunodeprimidos.
Inicialmente se observó un grupo de casos semejantes en los que estaban
implicados varones homosexuales y donde aparecían a la vez infección por
citomegalovirus y candidiasis. Se pensó primero que la causa debía estar ligada a prácticas comunes entre la población homosexual masculina.
Pronto empezaron a aparecer casos que afectaban a varones o mujeres
heterosexuales usuarios de drogas intravenosas, así como a sus hijos;
también entre pacientes no homosexuales y con hábitos saludables que
habían recibido transfusiones de sangre entera o de productos sanguíneos
por su condición de hemofílicos.
Pronto se pensó, por criterios básicamente epidemiológicos, que la
causa debía ser un agente infeccioso que se transmitía de forma
semejante a como lo hace el virus de la hepatitis B.
Distintos equipos empezaron a buscar un virus asociado a los casos
conocidos de inmunodeficiencia adquirida, tal vez un retrovirus como el
que se sabía producía la inmunodeficiencia del gato o como el HTLV,
productor de un tipo de leucemia. En 1983, en el Instituto Pasteur de
París, un equipo dedicado a la investigación de la relación entre retrovirus y cáncer dirigido por J.C. Chermann, F. Barré-Sinoussi y L. Montagnier, encontró un candidato al que denominó lymphadenopathy-associated virus (virus asociado a la linfoadenopatía, LAV).
En 1984 el equipo de R. Gallo, descubridor del HTLV, único retrovirus humano conocido entonces, confirmó el descubrimiento, pero llamando al virus human T lymphotropic virus type III
(virus linfotrópico T humano tipo III, con las siglas HTLV-III). Se
produjo una subsecuente disputa sobre la prioridad en la que quedó claro
que Gallo había descrito el virus sólo después de haber recibido
muestras de los franceses. Como parte de la resolución del conflicto, el
virus adquirió su denominación definitiva, human immunodeficiency virus (HIV) que en castellano se expresa como virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
En el mismo año, 1983, en que se identificó el virus, diversos
equipos empezaron a trabajar en la secuencia de su genoma, publicada a
principios de 1985, y comenzó también la caracterización de sus
proteínas.